BIOGRAFÍAS
1. Anaxágoras, hijo de Hegesibulo, o bien de Eubulo, fue natural de Clazomene y discípulo de Anaxímenes. Fue el primero que a la materia hile (78) añadió la mente al principio de sus obras, donde suave y magníficamente dice: «Todas las cosas estaban juntas: luego sobrevino la mente y las ordenó», y por esta razón se llama mente. Timón dice de él lo mismo en sus Sátiras, en esta forma:
Donde dicen que el héroe valeroso
Anaxágoras se halla.
Apellidado Mente
(y la tuvo dichosa),
porque nos dijo que la mente eterna
puso en orden las cosas,
antes confusamente amontonadas.
Fue Anaxágoras ilustre, no sólo por su nacimiento y riquezas, sino también por su magnanimidad, pues cedió a los suyos todo su patrimonio. Y como lo notasen de negligente, respondió: «Y vosotros, ¿por qué no sois más diligentes?» Ausentóse, finalmente, a fin de entregarse a la contemplación de la naturaleza, despreciando todo cuidado público; de manera que diciéndole uno: «¿Ningún cuidado os queda de la patria?», respondió, señalando al cielo: «Yo venero en extremo la patria».
2. Se dice que cuando Jerjes pasó a Grecia (79) tenía Anaxágoras veinte años de edad, y que vivió hasta setenta y dos. Escribe Apolodoro en sus Crónicas que nació en la Olimpíada LXX y murió en el año primero de la LXXVIII (80). Empezó a filosofar en Atenas, de edad de veinte años, siendo arconte Calias, como dice Demetrio Falereo en su Historia de los arcontes, donde añaden se detuvo treinta años.
3. Decía «que el sol es un globo de fuego y mayor que el Peloponeso». Otros atribuyen esto a Tántalo. «Que la luna está habitada y tiene collados y valles. Que el principio de las cosas son las partículas semejantes, pues así como el oro se compone de partes tenuísimas, así también el mundo fue compuesto de corpúsculos semejantes entre sí. Que la mente es el principio del movimiento. Que los cuerpos graves se situaron en lugar bajo, v. gr., la tierra; los leves arriba, como el fuego; el agua y el aire tomaron el medio. Así, pues, sobre la superficie de la tierra está el mar, y el sol saca de sus aguas los vapores. Que en el principio los astros giraban en el cielo (construido en forma de cúpula), de manera que el polo, que siempre está a nuestra vista, giraba sobre el vértice de la tierra, pero que después tomó inclinación (81). Que la Vía Láctea es un reflejo del resplandor de los astros no iluminados por el sol. Que los cometas son un concurso de estrellas errantes que despiden llamas, y que el aire los vibra como centellas. Que los vientos provienen del aire enrarecido por el sol. Que los truenos son el choque de las nubes; los relámpagos el ludimiento de las mismas. Que el terremoto es causado por aire que corre por dentro de la tierra (82). Que los animales fueron engendrados del humor, del calor y de la tierra; después fueron naciendo de ellos mismos, engendrándose los machos a la parte derecha y las hembras a la izquierda.»
4. Se dice que anunció, antes de caer, la piedra que cayó en Egos-pótamos, la cual dijo caería del sol (83), y que por esto Eurípides, su discípulo, en la tragedia intitulada Faetón, llamó al sol masa de fuego. También que, habiendo partido para Olimpia, se sentó (84) vestido de pieles, como que había de llover presto, y así sucedió. A uno que le preguntó si los montes de Lampsaco serían mar en lo venidero, dicen respondió: «Sí, por cierto, como el tiempo no se acabe». Preguntado una vez para qué fin había nacido, dijo que «para contemplar el sol, la luna y el cielo». A uno que le objetaba que estaba privado de los atenienses, respondió: «No estoy yo privado de ellos, sino ellos de mí». Al ver el sepulcro de Mausolo, dijo: «Un monumento suntuoso es imagen de riquezas convertidas en piedras» (85). A uno que llevaba mal el morir en tierra ajena, respondió: «No os molestéis por eso, pues de todas partes hay el mismo camino que hacer para bajar a la región de los muertos».
5. Según dice Favorino en su Historia varia, parece fue el primero que dijo que «Homero compuso su poema para recomendar la virtud y la justicia»; parecer que amplificó mucho Metrodoro Lampsaceno, amigo suyo, el cual disfrutó bastante a Homero en el estudio de la naturaleza. Anaxágoras fue el primero que nos dejó un escrito sobre la naturaleza. Sileno, en el libro primero de sus Historias, dice que habiendo caído una piedra del cielo siendo arconte Dimilo, dijo entonces Anaxágoras que todo el cielo se componía de piedras, y se sostenía por la velocidad de su giro; de manera que si este giro cesase, caería el cielo (86).
6. En orden a su condenación hay varias opiniones, pues Soción, en las Sucesiones de los filósofos, dice que Cleón le acusó de impiedad por haber dicho que el sol es una masa de hierro encendido, pero que lo defendió Pericles, su discípulo, y sólo fue condenado a pagar cinco talentos y salir desterrado. Sátiro escribe en sus Vidas que lo acusó Tucídides, por ser éste contrario a las resoluciones de Pericles en la administración de la república. Que no sólo lo acusó de impiedad, sino también de traición, y que ausente, fue condenado a muerte. Habiéndole dado la noticia de su condenación y de la muerte de sus hijos, respondió a lo primero que «hacía mucho tiempo que la naturaleza había condenado a muerte tanto a sus acusadores como a él». Y a lo segundo, que «sabía que los había engendrado mortales». Algunos atribuyen esto a Solón, otros a Jenofonte.
7. Demetrio Falereo dice en el libro De la Vejez que Anaxágoras enterró él mismo por sus manos a sus hijos. Hermipo, en las Vidas, asegura que fue encarcelado y condenado a muerte; y preguntado Pericles si había algún crimen capital en él, como no le hallase alguno, dijo: «Ahora bien: yo soy discípulo de este hombre: no queráis perderlo con calumnias, sino seguid mi voluntad y dejadlo absuelto». Y que así se hizo; pero no pudiendo sobrellevar la injusticia (87), murió de muerte voluntaria. Finalmente, Jerónimo dice en el libro II de sus Varios comentarios, que Pericles lo condujo al tribunal de justicia a tiempo en que se hallaba desfallecido y débil por enfermedad, y que fue absuelto antes por verlo así que por hallarlo inocente. Todos estos pareceres hay sobre la condenación de Anaxágoras. Hay quien piensa todavía que fue enemigo de Demócrito por no haberlo querido admitir a su conversación y trato.
8. Finalmente, habiendo pasado a Lampsaco, murió allí, y preguntado por los magistrados si quería se ejecutase alguna cosa, dicen que respondió que «cada año en el mes de su muerte fuese permitido a los muchachos el jugar», y que hoy día se observa. Los lampsacenos lo honraron difunto, y en su sepulcro pusieron este epitafio:
Aquí yace Anaxágoras ilustre,
que junto al fin de su vital carrera,
entendió plenamente los arcanos
que en sí contiene la celeste esfera.
El mío al mismo es el siguiente:
Que el sol es masa ardiente
Anaxágoras dijo; y por lo mismo
fue a muerte condenado.
Librólo su discípulo Pericles:
Pero él entre eruditas languideces,
sabe dejar la vida voluntario.
Hubo otros tres Anaxágoras; pero en ninguno de ellos concurrieron todas las ciencias. El primero fue orador, uno de los discípulos de Isócrates. El otro estatuario, de quien Antígono hace memoria. Y el otro gramático, discípulo de Zenodoto.
Referencias
(78) La materia elemental que llaman primera, e informe, de la cual procedieron los cuatro elementos, llamada ϋλη (hule, o hile).
(79) Véase la nota 3 al Premio.
(80) También aquí va Apolodoro desacorde con la común, no dando a Anaxágoras más que treinta años de vida, con poca diferencia; esto es, ocho olimpíadas acaso no completas. Petavio, Vosio, Meursio, Palmerio, y otros, son de parecer que donde se lee LXXVIII debe leerse LXXXVIII. Quien sienta que Anaxágoras vivió setenta y dos años, precisamente se ha de conformar con estos sabios, pues si tenía veinte de edad en la Olimpíada LXXV, y hasta la LXXVIII no van más que doce años, que unidos suman treinta y dos, forzosamente le han de dar diez olimpíadas más, o sea cuarenta años, para llegar a los setenta y dos. Así, que el primer número de Apolodoro va conforme a la común, pues lo mismo es decir que nació en la Olimpiada LXX, que decir que en la LXXV tenía veinte años, esto es, cinco olimpíadas. Luego la dificultad sólo puede estar en el segundo número, que es LXXVIII; pero se puede creer que ambos números están íntegros, y que Apolodoro fue de opinión que Anaxágoras murió de treinta y dos años; pues si su opinión no se apartara de la común no la traería Laercio como diversa. Sin embargo, se puede creer que Laercio o Apolodoro quisieron escribir ήχμάξεσθχι, floruisse, en vez de γεήγενσθας, natum fuisse. En efecto, floruisse traduce Ambrosio, aunque sólo le da sesenta y dos años de vida.
(81) Parece quiso significar que al principio del mundo estaba la tierra debajo del polo, y, por consiguiente, corría para ella la esfera recta, como lo persuade la comparación que pone de una cúpula, cuyo polo está en el vértice. «Después, dice, tomó inclinación»; esto es, se apartó el polo de nuestro cenit, o dejó de serlo en la tierra entonces conocida.
(82) Epicuro, en su carta a Pitocles, dice casi todo lo mismo.
(83) Plinio, lib. II, cap. LVIII, dice que esto sucedió en la Olimpíada LXXVIII. Podrán verse Plutarco en la Vida de Lisandro; Filóstrato, en la de Apolonio, lib. I, cap. II; Eusebio, Aristóteles y otros.
(84) Se sentó en las gradas para ver los espectáculos.
(85) Anaxágoras no pudo alcanzar a ver el sepulcro de Mausolo en Halicarnaso, erigido por su mujer y hermana Artemisa más de setenta años después, como ya anoté en mi Vitrubio, libro II, cap. VIII, nota 14.
(86) Quiso decir por la fuerza que llaman centrífuga.
(87) De haberlo condenado.
Homeomerías
Homeomerías
Término acuñado por Aristóteles para explicar la doctrina de Anaxágoras. Se refiere a los términos últimos, cualitativamente semejantes, que conforman las cosas, los huesos, la carne. En el inicio se encuentran mezclados en un caos, hasta que una inteligencia (nous) los segrega.
Las partículas o semillas de las que están hechas todas las cosas, según Anaxágoras.
Del término griego homoioméreiai (partículas similares). Influido por Parménides, Anaxágoras consideró que el ser no puede provenir de la nada, por lo que es increado e imperecedero. Este punto de vista le obligó a considerar (como a los atomistas y a Empédocles) que no hay un nacer y un perecer en sentido estricto. A diferencia de los atomistas, para los cuales los átomos no se diferencian cualitativamente unos de otros, Anaxágoras pensó que existen unas semillas o substancias cualitativamente distintas cuya reunión da lugar a las cosas visibles. Creyó que sólo podemos considerar que un objeto pueda transformarse en otro o pueda dar lugar a otro (como ocurre con los alimentos cuya ingestión nos permite el crecimiento de los músculos, tendones...) si aceptamos que en el objeto que se transforma en otro ya se encuentra de alguna forma aquello a lo que da lugar. Así, pensó que en cada cosa existen semillas u homeomerías de todas las cosas.
La cuestión fundamental de la filosofía presocrática, la interrogación por el ser permanente con vistas a la explicación de lo que acontece y cambia, es resuelta por Anaxágoras no mediante la suposición de un principio único ni mediante la afirmación de que sólo el ser es, al modo de Parménides, sino por la hipótesis de un número infinito de elementos, de gérmenes o semillas, que se diferencian entre sí cualitativamente, que poseen propiedades irreductibles y por cuya mezcla y combinación nacen las cosas visibles. Confusión, separación y mezcla son lo que determina la formación de las cosas sobre la base de estas semillas a las cuales llamó Aristóteles homeomerías. Estas semillas estaban en un principio confundidas y sin orden; estaban "todas juntas" en un primitivo caos que sólo ha podido ser ordenado por el espíritu, la inteligencia, la mente, νοῦς. La masa originaria de las homeomerías fue sometida a un torbellino impulsado por el espíritu, por "la más fina ypura de todas las cosas". El Nous es así el principio del orden, pero también el principi o de ani maci ón y de individuación de las cosas que constituyen el orden armónico del universo. Mas el Nous produce el orden no de un modo previsto desde siempre, no como un destino, sino como una fuerza mecánica, que se desarrolla a partir de su propio centro, esto es, del centro de su movimiento en torbellino. El Nous es, por lo tanto, principio del movimiento, pero de un movimiento que se extiende casi ciegamente, porque es animación más bien que cumplimiento de una necesaria justicia. Por eso afirma Aristóteles que el pensamiento de Anaxágoras carece de claridad, porque si bien explica el tránsito del caos al orden como intervención en lo confuso y mezclado de lo puro y sin mezcla, lo explica sin justificar a su vez la finalidad de este espíritu puro y universal.
La percepción de las cosas tiene lugar, según Anaxágoras, mediante la sensación de las diferencias entre nuestros sentidos y los objetos externos. Las cosas son percibidas por sus contrarios; si hay una imposibilidad de captar la realidad en sus partes mínimas, ello es debido únicamente a la insuficiencia de los órganos sensoriales que, por otro lado, reflejan con toda exactitud lo que se pone en contacto con ellos.
Continuadores de la filosofía de Anaxágoras fueron Arquelao de Atenas o de Mileto (fl. ca. 400 antes de J. C.) y Metrodoro de Lámpsaco (fl. ca. 420 antes de J. C.). Se atribuye al primero un escrito titulado Περὶ φὺσεως, Sobre la Naturaleza, en el cual afirmaba que el caos primitivo, la masa originaria de todas las substancias, estaba formada por el aire, siendo el Nous su principio ordenador. La filosofía natural de Arquelao de Atenas parecía ser, pues, una combinación de las especulaciones de Anaxágoras y Anaxímenes. En cuanto a Metrodoro, aplicó los conceptos de la filosofía natural de Anaxágoras a la interpretación de Homero, equiparando, por ejemplo, Zeus al Nous, Aquiles al Sol, Agamemnon al éter, etc.
Una doctrina en algunos respectos análoga a la de Anaxágoras es la de Diógenes de Apolonia.
Obras
TEXTOS PRESOCRÁTICOS-SOFISTAS-SÓCRATES
Dos textos clásicos con la tesis de las homeomerías de Anaxágoras y las razones que tuvo este filósofo para postular su existencia.
Muestra que (Anaxágoras) no sólo debía decir que toda la mezcla era infinita en tamaño, sino también que cada homeomería contiene en sí a todas las cosas, de modo similar al todo, (de modo que las homeomerías) no sólo son infinitas sino infinitas veces infinitas. Y a esta concepción Anaxágoras arribó por estar convencido de que nada se genera del no-ser y de que todo se alimenta de lo que es semejante, por ver que todo se genera de todo, si no inmediatamente, al menos según turnos (del fuego, en efecto, se genera el aire, y del aire el agua, del agua la tierra, de la tierra la piedra y de la piedra nuevamente el fuego), y que, cuando se ingiere un mismo alimento, como el pan, se generan muchas cosas disímiles (carne, huesos, venas, nervios, cabellos, uñas, alas o cuernos si se da el caso, y lo semejante crece de lo semejante (o sea, en cada alimento ya están estas cosas -disímiles entre sí- como la carne, huesos, etc., y al ingerirlo nacen -o crecen- en los seres vivos carne, huesos, etc., o sea, cosas similares a aquellas).
Anaxágoras, la pluralidad inanimada y el Noûs
"Todas las cosas estaban juntas; luego llegó el Intelecto (Noûs) y las puso en orden".
Anaxágoras.
El segundo autor directamente relacionado con la pluralidad del que nos ocuparemos es Anaxágoras, que naciera probablemente en el año 500 a. C. para morir en 428 a. C. Guthrie (1984: 277-8) recoge algunas entrañables anécdotas de su vida. Habiéndosele reprochado su escasa preocupación por las cosas públicas, lo cual podría indicar desinterés por su patria, replicó que él se ocupaba constantemente de su patria, señalando hacia el cielo; y cuando, retirado en Lámpsaco, las autoridades le pidieron que pidiera un deseo respondió que se le concediese a los niños un día de vacación en el mes de su muerte.
Conceptos básicos
Anaxágoras retoma en buena medida la tradición física de sus antecesores jonios y se interesa especialmente por los fenómenos meteorológicos, además de teorizar una cosmogonía original. Aseguró que el Sol es una piedra ardiente, no una entidad divina, y la tradición le atribuye la leyenda imposible de haber predicho la caída de un meteorito en Egospótamos (Tracia) en 467 a.C. Anaxágoras, por tanto, desacraliza el cosmos de Empédocles al eliminar de los ciclos cósmicos cualquier motivación religiosa en los procesos de creación (mezcla) y destrucción (separación) de las sustancias elementales.
¿Cómo podría proceder lo que es carne de lo que no es carne?, se preguntó Anaxágoras, criticando la teoría empedocleana de los cuatro elementos (más dos fuerzas "motrices") de la naturaleza.
Anaxágoras multiplica el número de sustancias inspirado por el "problema de la nutrición": ¿cómo pueden repercutir beneficiosamente en las diferentes partes de nuestro cuerpo (pelo, uñas, tejidos internos) los alimentos cuando habitualmente se trata de cosas "simples y homogéneas" como el pan y el agua? A ello se une el axioma de que nada se crea y nada desaparece, con el que Anaxágoras prosigue en la senda de Parménides mediante los conceptos de mezcla y separación para explicar las mutaciones de la realidad. Este empirismo procede esencialmente, según Jaeger (1993: 156) de la práctica médica "fruto de aquella autoeducación en los cuidadosos métodos de comprobar las cosas íntegra y paulatinamente que brota de un fuerte sentimiento de responsabilidad frente a la vida humana".
En la mezcla original indefinida hay un número infinito de elementos a los que el Noûsimprimió un movimiento de remolino diferenciador de tal forma que las diversas sustancias son ahora cualitativamente identificables. En cada sustancia hay porciones (llamadas por Aristóteles homeomerías y quizá también por Anaxágoras, o spérmata -semillas- con el término sinónimo más propiamente anaxagóreo). En cada ser natural hay semillas homeoméricas de cada una de sustancias y la preponderancia numérica hace que cada sustancia sea lo que es, propuesta pluralista que pretende dar cuenta del fenómeno objetivo de la transformación de unas cosas en otras sin recurrir a la creación ex nihilo.
Y de la paradoja de que nuestro cuerpo tome forma por medio de sustancias que aparentemente no forman parte del mismo da paso a la teoría de la homeomerías. Si nada puede originarse de la nada (ni destruirse o desaparecer totalmente) cada una de las sustancias visibles debe proceder germinalmente de la masa original indiferenciada a la que el Noûs imprimió su movimiento divisor, lo que llevó a ver cumplidas las potencialidades inherentes a la masa primigenia. En el pan, en el agua y en cualquier otro alimento que tomamos debe haber partes, siquiera "testimoniales" de pelo, uñas, músculos y órganos internos que a través de la ingestión y procesos de mezcla pasan a formar parte de nuestro cuerpo.
¿Qué es este Noûs que impulsa a la múltiple colección de homeomerías a organizarse de forma equilibrada? Es el principio activo que impele a materia a organizarse a partir de un movimiento de remolino; además es independiente, infinito y capaz de moverse a sí mismo, y no participa de mezcla alguna. Aquí se halla, como indicó Aristóteles, (Guthrie, 1984: 286) la más importante aportación teórica de Anaxágoras: la separación radical entre fuerza motriz y materia movida. Pero no por ello el Nôus puede identificarse con un principio inmaterial ajeno a lo material, separación que en la historia de la filosofía llegaría más tarde. El Nôus es material como el aire y el agua, aunque de un tipo "especial" de materia, capaz de imprimir el movimiento cosmogónico al resto de la materia homeomérica.
No hay en Anaxágoras un dualismo completo, aunque sí un germen del mismo, por tanto. Todo sigue siendo materia como en la primera filosofía jónica, aunque haya materia más "sutil" y "pura" (la del Nôus) que otra. Este Nôus es identificado por nuestro filósofo con la Divinidad aunque tampoco pueda hablarse de teísmo de acuerdo con lo que éste concepto encierra para nosotros. Anaxágoras se halla en el camino que va desde el panteísmo anterior al teísmo dualista posterior.
Debemos tener siempre cierta precaución a la hora de detectar intuiciones geniales en los filósofos antiguos que luego la ciencia contemporánea habría confirmado; fundamentalmente por dos motivos: primero, porque la ciencia contemporánea no obra por referencia a cosmovisiones antiguas; y segundo porque debe ser establecido con el rigor suficiente que el paralelismo no es sólo nominal, sino conceptual y esencial. Vimos en el texto anterior sobre Anaximandro su propuesta teórica de una evolución en la naturaleza y la valoramos como curioso precedente digno de atención a pesar de los milenios que separan al jonio de Darwin.
En el caso de Anaxágoras, cuando afirmó que todas las cosas estaban juntas antes de que llegara el Intelecto o Nôus, podría parecer que entrevé una singularidad inicial a la que una Inteligencia divina impuso un orden potencial, lo cual sin duda recuerda directamente al "estallido" inicial llamado Big Bang, al margen de que esta teoría contemporánea no postule agente consciente o inteligencia alguna en el proceso. En este sentido Anaxágoras dijo que (fragmento 12) "... y él [Noûs] controló la rotación universal e hizo que todo girara en el principio".
¿Pluralidad de tierras y soles?
El consenso mayoritario entre los comentadores actuales es que Anaxágoras creyó en un único mundo (kósmos), aunque no han faltado quienes aseguraron lo contrario, con lo que ha tenido lugar un debate semejante al originado con Anaximandro en torno a la sucesión de diversos cosmos o la simultaneidad de los mismos.
El testimonio de Anaxágoras en torno a su supuesta creencia pluralista está recogido en parte del fragmento 4, uno de los conservados de la obra anaxagórea, donde asegura que:
"Y se formaron hombres y todos los demás animales que tienen vida, y estos hombres han establecido ciudades y cultivado los campos como entre nosotros, y hay para ellos sol y la luna y lo demás como entre nosotros, y la tierra hace crecer para ellos toda suerte de productos, los más útiles de los cuales los almacenan en sus casas y los usan. Ésta es mi exposición de la separación, que tiene que haber acontecido no sólo donde nosotros vivimos, sino también en otros lugares". (Reproducido en Guthrie, 1984: 323).
Este fragmento, de apariencia "pluralista", no se corresponde con la unicidad establecida doxográficamente de la cosmología de Anaxágoras. Guthrie aduce tres posibles causas para esta aparente contradicción, que salvarían la negación de la pluralidad de nuestro filósofo:
a) Según algunos intérpretes podría estar aludiendo a la luna, pero esto no concuerda con una teoría de varios mundos ya que el texto asegura que esos habitantes tienen sol, la luna y lo demás "como entre nosotros". Se supone, por tanto, que se refiere a otros hombres pero tan terrestres como nosotros, habitantes de nuestro planeta.
b) No parece, según los textos conservados, que Anaxágoras se ocupara directamente de la posible existencia de otros mundos o kosmoi completamente diferentes al nuestro, al igual que luego hicieran los atomistas. En las historias sobre la pluralidad cósmica se suele colocar al clazomenio como uno más en la lista de los griegos pluralistas, lo cual no está justificado a tenor de lo que a través de los siglos nos ha llegado de su vida y obra.
c) Para Simplicio Anaxágoras podría estar refiriéndose a otras partes de la superficie de la tierra.
Simplicio es el comentador antiguo más fidedigno en torno a este enigmático pasaje, pues, paradójicamente, sólo nos transmite la necesidad de evaluarlo aun hablando el texto comentado a favor de una interpretación pluralista. Hay un punto importante según el doxógrafo antiguo que contrasta con la interpretación de Guthrie: según Simplicio el texto de Anaxágoras (citado en Kirk et al. 1987: 530)
"Tampoco quiere significar que habitan ahora otras regiones del mismo mundo, ya que no dijo 'que tienen el sol y la luna como nosotros', sino 'sol y luna como nosotros' -como si se refiriera a un sol y a una luna diferentes".
La ausencia del artículo 'la' es determinante para esta cuestión. Éste falta en la traducción del comentario de Simplicio y por tanto es de suponer que también está ausente en el fragmento original de Anaxágoras. En cambio, en la traducción del fragmento anaxagóreo que realiza Guthrie (1984: 323) el artículo sí aparece, determina por tanto a una luna, la luna, nuestra luna, con lo que queda cerrada, aparentemente, la posibilidad de que Anaxágoras se esté refiriendo a otros mundos semejantes a nuestro satélite. Pero Simplicio había dejado claro que Anaxágoras
"... no dijo que [otros hombres y animales] tienen el sol y la luna como nosotros', sino 'sol y luna como nosotros'.
Simplicio: Siendo estas cosas así, debemos suponer que hay muchas cosas de todo tipo en cada cosa que se está uniendo, semillas de todas las cosas bajo toda clase de formas, colores y gustos...
En cualquier caso, la prudencia nos lleva a seguir el consejo de Kirk et al. (1987: 531) y dejar la cuestión irresuelta al no derivarse inevitablemente la multiplicidad cósmica de la doctrina cosmogónica de Anaxágoras. El pluralismo materialista entraría en escena con los atomistas.
Bibliografía
Historia de la Filosofía griega (II). W. K. C. Guthrie, Gredos, Madrid, 1984.
Los filósofos presocráticos. G.S. Kirk, J.E. Raven, m. Schofield, Gredos, Madrid, 1987.
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BIOGRAFÍAS
1. Anaxágoras, hijo de Hegesibulo, o bien de Eubulo, fue natural de Clazomene y discípulo de Anaxímenes. Fue el primero que a la materia hile (78) añadió la mente al principio de sus obras, donde suave y magníficamente dice: «Todas las cosas estaban juntas: luego sobrevino la mente y las ordenó», y por esta razón se llama mente. Timón dice de él lo mismo en sus Sátiras, en esta forma:
Donde dicen que el héroe valeroso
Anaxágoras se halla.
Apellidado Mente
(y la tuvo dichosa),
porque nos dijo que la mente eterna
puso en orden las cosas,
antes confusamente amontonadas.
Fue Anaxágoras ilustre, no sólo por su nacimiento y riquezas, sino también por su magnanimidad, pues cedió a los suyos todo su patrimonio. Y como lo notasen de negligente, respondió: «Y vosotros, ¿por qué no sois más diligentes?» Ausentóse, finalmente, a fin de entregarse a la contemplación de la naturaleza, despreciando todo cuidado público; de manera que diciéndole uno: «¿Ningún cuidado os queda de la patria?», respondió, señalando al cielo: «Yo venero en extremo la patria».
2. Se dice que cuando Jerjes pasó a Grecia (79) tenía Anaxágoras veinte años de edad, y que vivió hasta setenta y dos. Escribe Apolodoro en sus Crónicas que nació en la Olimpíada LXX y murió en el año primero de la LXXVIII (80). Empezó a filosofar en Atenas, de edad de veinte años, siendo arconte Calias, como dice Demetrio Falereo en su Historia de los arcontes, donde añaden se detuvo treinta años.
3. Decía «que el sol es un globo de fuego y mayor que el Peloponeso». Otros atribuyen esto a Tántalo. «Que la luna está habitada y tiene collados y valles. Que el principio de las cosas son las partículas semejantes, pues así como el oro se compone de partes tenuísimas, así también el mundo fue compuesto de corpúsculos semejantes entre sí. Que la mente es el principio del movimiento. Que los cuerpos graves se situaron en lugar bajo, v. gr., la tierra; los leves arriba, como el fuego; el agua y el aire tomaron el medio. Así, pues, sobre la superficie de la tierra está el mar, y el sol saca de sus aguas los vapores. Que en el principio los astros giraban en el cielo (construido en forma de cúpula), de manera que el polo, que siempre está a nuestra vista, giraba sobre el vértice de la tierra, pero que después tomó inclinación (81). Que la Vía Láctea es un reflejo del resplandor de los astros no iluminados por el sol. Que los cometas son un concurso de estrellas errantes que despiden llamas, y que el aire los vibra como centellas. Que los vientos provienen del aire enrarecido por el sol. Que los truenos son el choque de las nubes; los relámpagos el ludimiento de las mismas. Que el terremoto es causado por aire que corre por dentro de la tierra (82). Que los animales fueron engendrados del humor, del calor y de la tierra; después fueron naciendo de ellos mismos, engendrándose los machos a la parte derecha y las hembras a la izquierda.»
4. Se dice que anunció, antes de caer, la piedra que cayó en Egos-pótamos, la cual dijo caería del sol (83), y que por esto Eurípides, su discípulo, en la tragedia intitulada Faetón, llamó al sol masa de fuego. También que, habiendo partido para Olimpia, se sentó (84) vestido de pieles, como que había de llover presto, y así sucedió. A uno que le preguntó si los montes de Lampsaco serían mar en lo venidero, dicen respondió: «Sí, por cierto, como el tiempo no se acabe». Preguntado una vez para qué fin había nacido, dijo que «para contemplar el sol, la luna y el cielo». A uno que le objetaba que estaba privado de los atenienses, respondió: «No estoy yo privado de ellos, sino ellos de mí». Al ver el sepulcro de Mausolo, dijo: «Un monumento suntuoso es imagen de riquezas convertidas en piedras» (85). A uno que llevaba mal el morir en tierra ajena, respondió: «No os molestéis por eso, pues de todas partes hay el mismo camino que hacer para bajar a la región de los muertos».
5. Según dice Favorino en su Historia varia, parece fue el primero que dijo que «Homero compuso su poema para recomendar la virtud y la justicia»; parecer que amplificó mucho Metrodoro Lampsaceno, amigo suyo, el cual disfrutó bastante a Homero en el estudio de la naturaleza. Anaxágoras fue el primero que nos dejó un escrito sobre la naturaleza. Sileno, en el libro primero de sus Historias, dice que habiendo caído una piedra del cielo siendo arconte Dimilo, dijo entonces Anaxágoras que todo el cielo se componía de piedras, y se sostenía por la velocidad de su giro; de manera que si este giro cesase, caería el cielo (86).
6. En orden a su condenación hay varias opiniones, pues Soción, en las Sucesiones de los filósofos, dice que Cleón le acusó de impiedad por haber dicho que el sol es una masa de hierro encendido, pero que lo defendió Pericles, su discípulo, y sólo fue condenado a pagar cinco talentos y salir desterrado. Sátiro escribe en sus Vidas que lo acusó Tucídides, por ser éste contrario a las resoluciones de Pericles en la administración de la república. Que no sólo lo acusó de impiedad, sino también de traición, y que ausente, fue condenado a muerte. Habiéndole dado la noticia de su condenación y de la muerte de sus hijos, respondió a lo primero que «hacía mucho tiempo que la naturaleza había condenado a muerte tanto a sus acusadores como a él». Y a lo segundo, que «sabía que los había engendrado mortales». Algunos atribuyen esto a Solón, otros a Jenofonte.
7. Demetrio Falereo dice en el libro De la Vejez que Anaxágoras enterró él mismo por sus manos a sus hijos. Hermipo, en las Vidas, asegura que fue encarcelado y condenado a muerte; y preguntado Pericles si había algún crimen capital en él, como no le hallase alguno, dijo: «Ahora bien: yo soy discípulo de este hombre: no queráis perderlo con calumnias, sino seguid mi voluntad y dejadlo absuelto». Y que así se hizo; pero no pudiendo sobrellevar la injusticia (87), murió de muerte voluntaria. Finalmente, Jerónimo dice en el libro II de sus Varios comentarios, que Pericles lo condujo al tribunal de justicia a tiempo en que se hallaba desfallecido y débil por enfermedad, y que fue absuelto antes por verlo así que por hallarlo inocente. Todos estos pareceres hay sobre la condenación de Anaxágoras. Hay quien piensa todavía que fue enemigo de Demócrito por no haberlo querido admitir a su conversación y trato.
8. Finalmente, habiendo pasado a Lampsaco, murió allí, y preguntado por los magistrados si quería se ejecutase alguna cosa, dicen que respondió que «cada año en el mes de su muerte fuese permitido a los muchachos el jugar», y que hoy día se observa. Los lampsacenos lo honraron difunto, y en su sepulcro pusieron este epitafio:
Aquí yace Anaxágoras ilustre,
que junto al fin de su vital carrera,
entendió plenamente los arcanos
que en sí contiene la celeste esfera.
El mío al mismo es el siguiente:
Que el sol es masa ardiente
Anaxágoras dijo; y por lo mismo
fue a muerte condenado.
Librólo su discípulo Pericles:
Pero él entre eruditas languideces,
sabe dejar la vida voluntario.
Hubo otros tres Anaxágoras; pero en ninguno de ellos concurrieron todas las ciencias. El primero fue orador, uno de los discípulos de Isócrates. El otro estatuario, de quien Antígono hace memoria. Y el otro gramático, discípulo de Zenodoto.
Referencias
(78) La materia elemental que llaman primera, e informe, de la cual procedieron los cuatro elementos, llamada ϋλη (hule, o hile).
(79) Véase la nota 3 al Premio.
(80) También aquí va Apolodoro desacorde con la común, no dando a Anaxágoras más que treinta años de vida, con poca diferencia; esto es, ocho olimpíadas acaso no completas. Petavio, Vosio, Meursio, Palmerio, y otros, son de parecer que donde se lee LXXVIII debe leerse LXXXVIII. Quien sienta que Anaxágoras vivió setenta y dos años, precisamente se ha de conformar con estos sabios, pues si tenía veinte de edad en la Olimpíada LXXV, y hasta la LXXVIII no van más que doce años, que unidos suman treinta y dos, forzosamente le han de dar diez olimpíadas más, o sea cuarenta años, para llegar a los setenta y dos. Así, que el primer número de Apolodoro va conforme a la común, pues lo mismo es decir que nació en la Olimpiada LXX, que decir que en la LXXV tenía veinte años, esto es, cinco olimpíadas. Luego la dificultad sólo puede estar en el segundo número, que es LXXVIII; pero se puede creer que ambos números están íntegros, y que Apolodoro fue de opinión que Anaxágoras murió de treinta y dos años; pues si su opinión no se apartara de la común no la traería Laercio como diversa. Sin embargo, se puede creer que Laercio o Apolodoro quisieron escribir ήχμάξεσθχι, floruisse, en vez de γεήγενσθας, natum fuisse. En efecto, floruisse traduce Ambrosio, aunque sólo le da sesenta y dos años de vida.
(81) Parece quiso significar que al principio del mundo estaba la tierra debajo del polo, y, por consiguiente, corría para ella la esfera recta, como lo persuade la comparación que pone de una cúpula, cuyo polo está en el vértice. «Después, dice, tomó inclinación»; esto es, se apartó el polo de nuestro cenit, o dejó de serlo en la tierra entonces conocida.
(82) Epicuro, en su carta a Pitocles, dice casi todo lo mismo.
(83) Plinio, lib. II, cap. LVIII, dice que esto sucedió en la Olimpíada LXXVIII. Podrán verse Plutarco en la Vida de Lisandro; Filóstrato, en la de Apolonio, lib. I, cap. II; Eusebio, Aristóteles y otros.
(84) Se sentó en las gradas para ver los espectáculos.
(85) Anaxágoras no pudo alcanzar a ver el sepulcro de Mausolo en Halicarnaso, erigido por su mujer y hermana Artemisa más de setenta años después, como ya anoté en mi Vitrubio, libro II, cap. VIII, nota 14.
(86) Quiso decir por la fuerza que llaman centrífuga.
(87) De haberlo condenado.
Homeomerías
Homeomerías
Término acuñado por Aristóteles para explicar la doctrina de Anaxágoras. Se refiere a los términos últimos, cualitativamente semejantes, que conforman las cosas, los huesos, la carne. En el inicio se encuentran mezclados en un caos, hasta que una inteligencia (nous) los segrega.
Las partículas o semillas de las que están hechas todas las cosas, según Anaxágoras.
Del término griego homoioméreiai (partículas similares). Influido por Parménides, Anaxágoras consideró que el ser no puede provenir de la nada, por lo que es increado e imperecedero. Este punto de vista le obligó a considerar (como a los atomistas y a Empédocles) que no hay un nacer y un perecer en sentido estricto. A diferencia de los atomistas, para los cuales los átomos no se diferencian cualitativamente unos de otros, Anaxágoras pensó que existen unas semillas o substancias cualitativamente distintas cuya reunión da lugar a las cosas visibles. Creyó que sólo podemos considerar que un objeto pueda transformarse en otro o pueda dar lugar a otro (como ocurre con los alimentos cuya ingestión nos permite el crecimiento de los músculos, tendones...) si aceptamos que en el objeto que se transforma en otro ya se encuentra de alguna forma aquello a lo que da lugar. Así, pensó que en cada cosa existen semillas u homeomerías de todas las cosas.
La cuestión fundamental de la filosofía presocrática, la interrogación por el ser permanente con vistas a la explicación de lo que acontece y cambia, es resuelta por Anaxágoras no mediante la suposición de un principio único ni mediante la afirmación de que sólo el ser es, al modo de Parménides, sino por la hipótesis de un número infinito de elementos, de gérmenes o semillas, que se diferencian entre sí cualitativamente, que poseen propiedades irreductibles y por cuya mezcla y combinación nacen las cosas visibles. Confusión, separación y mezcla son lo que determina la formación de las cosas sobre la base de estas semillas a las cuales llamó Aristóteles homeomerías. Estas semillas estaban en un principio confundidas y sin orden; estaban "todas juntas" en un primitivo caos que sólo ha podido ser ordenado por el espíritu, la inteligencia, la mente, νοῦς. La masa originaria de las homeomerías fue sometida a un torbellino impulsado por el espíritu, por "la más fina ypura de todas las cosas". El Nous es así el principio del orden, pero también el principi o de ani maci ón y de individuación de las cosas que constituyen el orden armónico del universo. Mas el Nous produce el orden no de un modo previsto desde siempre, no como un destino, sino como una fuerza mecánica, que se desarrolla a partir de su propio centro, esto es, del centro de su movimiento en torbellino. El Nous es, por lo tanto, principio del movimiento, pero de un movimiento que se extiende casi ciegamente, porque es animación más bien que cumplimiento de una necesaria justicia. Por eso afirma Aristóteles que el pensamiento de Anaxágoras carece de claridad, porque si bien explica el tránsito del caos al orden como intervención en lo confuso y mezclado de lo puro y sin mezcla, lo explica sin justificar a su vez la finalidad de este espíritu puro y universal.
La percepción de las cosas tiene lugar, según Anaxágoras, mediante la sensación de las diferencias entre nuestros sentidos y los objetos externos. Las cosas son percibidas por sus contrarios; si hay una imposibilidad de captar la realidad en sus partes mínimas, ello es debido únicamente a la insuficiencia de los órganos sensoriales que, por otro lado, reflejan con toda exactitud lo que se pone en contacto con ellos.
Continuadores de la filosofía de Anaxágoras fueron Arquelao de Atenas o de Mileto (fl. ca. 400 antes de J. C.) y Metrodoro de Lámpsaco (fl. ca. 420 antes de J. C.). Se atribuye al primero un escrito titulado Περὶ φὺσεως, Sobre la Naturaleza, en el cual afirmaba que el caos primitivo, la masa originaria de todas las substancias, estaba formada por el aire, siendo el Nous su principio ordenador. La filosofía natural de Arquelao de Atenas parecía ser, pues, una combinación de las especulaciones de Anaxágoras y Anaxímenes. En cuanto a Metrodoro, aplicó los conceptos de la filosofía natural de Anaxágoras a la interpretación de Homero, equiparando, por ejemplo, Zeus al Nous, Aquiles al Sol, Agamemnon al éter, etc.
Una doctrina en algunos respectos análoga a la de Anaxágoras es la de Diógenes de Apolonia.
Obras
TEXTOS PRESOCRÁTICOS-SOFISTAS-SÓCRATES
Dos textos clásicos con la tesis de las homeomerías de Anaxágoras y las razones que tuvo este filósofo para postular su existencia.
Muestra que (Anaxágoras) no sólo debía decir que toda la mezcla era infinita en tamaño, sino también que cada homeomería contiene en sí a todas las cosas, de modo similar al todo, (de modo que las homeomerías) no sólo son infinitas sino infinitas veces infinitas. Y a esta concepción Anaxágoras arribó por estar convencido de que nada se genera del no-ser y de que todo se alimenta de lo que es semejante, por ver que todo se genera de todo, si no inmediatamente, al menos según turnos (del fuego, en efecto, se genera el aire, y del aire el agua, del agua la tierra, de la tierra la piedra y de la piedra nuevamente el fuego), y que, cuando se ingiere un mismo alimento, como el pan, se generan muchas cosas disímiles (carne, huesos, venas, nervios, cabellos, uñas, alas o cuernos si se da el caso, y lo semejante crece de lo semejante (o sea, en cada alimento ya están estas cosas -disímiles entre sí- como la carne, huesos, etc., y al ingerirlo nacen -o crecen- en los seres vivos carne, huesos, etc., o sea, cosas similares a aquellas).
Anaxágoras, la pluralidad inanimada y el Noûs
"Todas las cosas estaban juntas; luego llegó el Intelecto (Noûs) y las puso en orden".
Anaxágoras.
El segundo autor directamente relacionado con la pluralidad del que nos ocuparemos es Anaxágoras, que naciera probablemente en el año 500 a. C. para morir en 428 a. C. Guthrie (1984: 277-8) recoge algunas entrañables anécdotas de su vida. Habiéndosele reprochado su escasa preocupación por las cosas públicas, lo cual podría indicar desinterés por su patria, replicó que él se ocupaba constantemente de su patria, señalando hacia el cielo; y cuando, retirado en Lámpsaco, las autoridades le pidieron que pidiera un deseo respondió que se le concediese a los niños un día de vacación en el mes de su muerte.
Conceptos básicos
Anaxágoras retoma en buena medida la tradición física de sus antecesores jonios y se interesa especialmente por los fenómenos meteorológicos, además de teorizar una cosmogonía original. Aseguró que el Sol es una piedra ardiente, no una entidad divina, y la tradición le atribuye la leyenda imposible de haber predicho la caída de un meteorito en Egospótamos (Tracia) en 467 a.C. Anaxágoras, por tanto, desacraliza el cosmos de Empédocles al eliminar de los ciclos cósmicos cualquier motivación religiosa en los procesos de creación (mezcla) y destrucción (separación) de las sustancias elementales.
¿Cómo podría proceder lo que es carne de lo que no es carne?, se preguntó Anaxágoras, criticando la teoría empedocleana de los cuatro elementos (más dos fuerzas "motrices") de la naturaleza.
Anaxágoras multiplica el número de sustancias inspirado por el "problema de la nutrición": ¿cómo pueden repercutir beneficiosamente en las diferentes partes de nuestro cuerpo (pelo, uñas, tejidos internos) los alimentos cuando habitualmente se trata de cosas "simples y homogéneas" como el pan y el agua? A ello se une el axioma de que nada se crea y nada desaparece, con el que Anaxágoras prosigue en la senda de Parménides mediante los conceptos de mezcla y separación para explicar las mutaciones de la realidad. Este empirismo procede esencialmente, según Jaeger (1993: 156) de la práctica médica "fruto de aquella autoeducación en los cuidadosos métodos de comprobar las cosas íntegra y paulatinamente que brota de un fuerte sentimiento de responsabilidad frente a la vida humana".
En la mezcla original indefinida hay un número infinito de elementos a los que el Noûsimprimió un movimiento de remolino diferenciador de tal forma que las diversas sustancias son ahora cualitativamente identificables. En cada sustancia hay porciones (llamadas por Aristóteles homeomerías y quizá también por Anaxágoras, o spérmata -semillas- con el término sinónimo más propiamente anaxagóreo). En cada ser natural hay semillas homeoméricas de cada una de sustancias y la preponderancia numérica hace que cada sustancia sea lo que es, propuesta pluralista que pretende dar cuenta del fenómeno objetivo de la transformación de unas cosas en otras sin recurrir a la creación ex nihilo.
Y de la paradoja de que nuestro cuerpo tome forma por medio de sustancias que aparentemente no forman parte del mismo da paso a la teoría de la homeomerías. Si nada puede originarse de la nada (ni destruirse o desaparecer totalmente) cada una de las sustancias visibles debe proceder germinalmente de la masa original indiferenciada a la que el Noûs imprimió su movimiento divisor, lo que llevó a ver cumplidas las potencialidades inherentes a la masa primigenia. En el pan, en el agua y en cualquier otro alimento que tomamos debe haber partes, siquiera "testimoniales" de pelo, uñas, músculos y órganos internos que a través de la ingestión y procesos de mezcla pasan a formar parte de nuestro cuerpo.
¿Qué es este Noûs que impulsa a la múltiple colección de homeomerías a organizarse de forma equilibrada? Es el principio activo que impele a materia a organizarse a partir de un movimiento de remolino; además es independiente, infinito y capaz de moverse a sí mismo, y no participa de mezcla alguna. Aquí se halla, como indicó Aristóteles, (Guthrie, 1984: 286) la más importante aportación teórica de Anaxágoras: la separación radical entre fuerza motriz y materia movida. Pero no por ello el Nôus puede identificarse con un principio inmaterial ajeno a lo material, separación que en la historia de la filosofía llegaría más tarde. El Nôus es material como el aire y el agua, aunque de un tipo "especial" de materia, capaz de imprimir el movimiento cosmogónico al resto de la materia homeomérica.
No hay en Anaxágoras un dualismo completo, aunque sí un germen del mismo, por tanto. Todo sigue siendo materia como en la primera filosofía jónica, aunque haya materia más "sutil" y "pura" (la del Nôus) que otra. Este Nôus es identificado por nuestro filósofo con la Divinidad aunque tampoco pueda hablarse de teísmo de acuerdo con lo que éste concepto encierra para nosotros. Anaxágoras se halla en el camino que va desde el panteísmo anterior al teísmo dualista posterior.
Debemos tener siempre cierta precaución a la hora de detectar intuiciones geniales en los filósofos antiguos que luego la ciencia contemporánea habría confirmado; fundamentalmente por dos motivos: primero, porque la ciencia contemporánea no obra por referencia a cosmovisiones antiguas; y segundo porque debe ser establecido con el rigor suficiente que el paralelismo no es sólo nominal, sino conceptual y esencial. Vimos en el texto anterior sobre Anaximandro su propuesta teórica de una evolución en la naturaleza y la valoramos como curioso precedente digno de atención a pesar de los milenios que separan al jonio de Darwin.
En el caso de Anaxágoras, cuando afirmó que todas las cosas estaban juntas antes de que llegara el Intelecto o Nôus, podría parecer que entrevé una singularidad inicial a la que una Inteligencia divina impuso un orden potencial, lo cual sin duda recuerda directamente al "estallido" inicial llamado Big Bang, al margen de que esta teoría contemporánea no postule agente consciente o inteligencia alguna en el proceso. En este sentido Anaxágoras dijo que (fragmento 12) "... y él [Noûs] controló la rotación universal e hizo que todo girara en el principio".
¿Pluralidad de tierras y soles?
El consenso mayoritario entre los comentadores actuales es que Anaxágoras creyó en un único mundo (kósmos), aunque no han faltado quienes aseguraron lo contrario, con lo que ha tenido lugar un debate semejante al originado con Anaximandro en torno a la sucesión de diversos cosmos o la simultaneidad de los mismos.
El testimonio de Anaxágoras en torno a su supuesta creencia pluralista está recogido en parte del fragmento 4, uno de los conservados de la obra anaxagórea, donde asegura que:
"Y se formaron hombres y todos los demás animales que tienen vida, y estos hombres han establecido ciudades y cultivado los campos como entre nosotros, y hay para ellos sol y la luna y lo demás como entre nosotros, y la tierra hace crecer para ellos toda suerte de productos, los más útiles de los cuales los almacenan en sus casas y los usan. Ésta es mi exposición de la separación, que tiene que haber acontecido no sólo donde nosotros vivimos, sino también en otros lugares". (Reproducido en Guthrie, 1984: 323).
Este fragmento, de apariencia "pluralista", no se corresponde con la unicidad establecida doxográficamente de la cosmología de Anaxágoras. Guthrie aduce tres posibles causas para esta aparente contradicción, que salvarían la negación de la pluralidad de nuestro filósofo:
a) Según algunos intérpretes podría estar aludiendo a la luna, pero esto no concuerda con una teoría de varios mundos ya que el texto asegura que esos habitantes tienen sol, la luna y lo demás "como entre nosotros". Se supone, por tanto, que se refiere a otros hombres pero tan terrestres como nosotros, habitantes de nuestro planeta.
b) No parece, según los textos conservados, que Anaxágoras se ocupara directamente de la posible existencia de otros mundos o kosmoi completamente diferentes al nuestro, al igual que luego hicieran los atomistas. En las historias sobre la pluralidad cósmica se suele colocar al clazomenio como uno más en la lista de los griegos pluralistas, lo cual no está justificado a tenor de lo que a través de los siglos nos ha llegado de su vida y obra.
c) Para Simplicio Anaxágoras podría estar refiriéndose a otras partes de la superficie de la tierra.
Simplicio es el comentador antiguo más fidedigno en torno a este enigmático pasaje, pues, paradójicamente, sólo nos transmite la necesidad de evaluarlo aun hablando el texto comentado a favor de una interpretación pluralista. Hay un punto importante según el doxógrafo antiguo que contrasta con la interpretación de Guthrie: según Simplicio el texto de Anaxágoras (citado en Kirk et al. 1987: 530)
"Tampoco quiere significar que habitan ahora otras regiones del mismo mundo, ya que no dijo 'que tienen el sol y la luna como nosotros', sino 'sol y luna como nosotros' -como si se refiriera a un sol y a una luna diferentes".
La ausencia del artículo 'la' es determinante para esta cuestión. Éste falta en la traducción del comentario de Simplicio y por tanto es de suponer que también está ausente en el fragmento original de Anaxágoras. En cambio, en la traducción del fragmento anaxagóreo que realiza Guthrie (1984: 323) el artículo sí aparece, determina por tanto a una luna, la luna, nuestra luna, con lo que queda cerrada, aparentemente, la posibilidad de que Anaxágoras se esté refiriendo a otros mundos semejantes a nuestro satélite. Pero Simplicio había dejado claro que Anaxágoras
"... no dijo que [otros hombres y animales] tienen el sol y la luna como nosotros', sino 'sol y luna como nosotros'.
Simplicio: Siendo estas cosas así, debemos suponer que hay muchas cosas de todo tipo en cada cosa que se está uniendo, semillas de todas las cosas bajo toda clase de formas, colores y gustos...
En cualquier caso, la prudencia nos lleva a seguir el consejo de Kirk et al. (1987: 531) y dejar la cuestión irresuelta al no derivarse inevitablemente la multiplicidad cósmica de la doctrina cosmogónica de Anaxágoras. El pluralismo materialista entraría en escena con los atomistas.
Bibliografía
Historia de la Filosofía griega (II). W. K. C. Guthrie, Gredos, Madrid, 1984.
Los filósofos presocráticos. G.S. Kirk, J.E. Raven, m. Schofield, Gredos, Madrid, 1987.
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